Hay al menos tres conceptos en relación al software que, aunque son distintos, se suelen confundir. Se trata de los siguientes (gracias a fanhunter):
1. Software gratuito: es un software que, como su nombre indica, no exige ninguna contraprestación económica para poder ser utilizado. Se suele denominar freeware. Lo contrario es software comercial o software de pago.
2. Software libre: es un software que puede ser ejecutado, estudiado, examinado, modificado y redistribuido libremente. Lo contrario es software propietario.
3. Formato abierto: se trata de un estándar o formato publicado por alguna organización de normalización que carece de restricciones legales de uso y que, por lo tanto, puede ser utilizado libremente. Se suele denominar open-format. Lo contrario es formato propio o formato cerrado.
El problema conceptual puede venir cuando alguien imagina que software libre implica software abierto. No es cierto, por la misma razón que razón que software gratuito no implica software libre. Otra cosa es que muchas aplicaciones libres también son gratuitas, pero solamente es una de las posibilidades. Por otro lado, una aplicación abierta puede utilizar un formato propio, y una aplicación comercial puede utilizar un formato abierto. Por último, un software abierto puede ser de pago. Lo cierto es que existen casos reales de todas las combinaciones indicadas. En el caso de OpenOffice, por ejemplo, nos encontramos con que es: gratuito, de software libre y de formato abierto. Seguramente debemos felicitarnos por ello, pero obsérvese que solamente es uno de los diversos casos posibles. En el futuro pueden existir aplicaciones abiertas, de formato abierto, pero de pago. Otra cosa, nuevamente, es la existencia de un movimiento social que reclama la gratuidad de todo cuanto tenga que ver con la información: desde la producción de software hasta la edición de música pasando por la publicación de revistas, pero esto es otra historia.