Internet ha cambiado la forma de acceder a los contenidos desde muchos puntos de vista. Google, pero también Megaupload, son dos pruebas evidentes de que lo que cuenta no es tanto la originalidad de los contenidos, como la capacidad para hacerlos llegar a sus usuarios potenciales.
Y aunque Google puede presumir de un nivel de legitimidad muy importante a nivel mundial mientras que Megaupload fue enterrado por el FBI y la policía australiana, el modelo de negocio de ambas compañías ha sido prácticamente idéntico desde el punto de vista técnico.
Seguramente es por ello que, de vez en cuando, y en algunos sitios, surgen algunos problemas en relación a Google.
Brasil y Francia han sido últimamente algunos de los principales focos de conflicto por parte de Google. En ambos países los editores se han enfrentado a Google por lucrarse a partir de la explotación de los contenidos generados por los primeros.
Como el lector puede adivinar, no se trata de una cuestión de principios. Ni Google es porque sí un adalid de la circulación libre de la cultura y del conocimiento, ni los editores cariocas o galos quieren impedir a toda costa que nadie utilice sus contenidos bajo ningún concepto.
Es obvio que tanto los editores como Google sacan provecho de la situación actual: los primeros porque gracias a Google obtienen una cantidad de visitas extras (según Google, más de 4.000 millones en el caso de los medios franceses) que no obtendrían de otra forma; los segundos porque sin los contenidos elaborados por los editores, sin unos contenidos originales y de calidad, no podrían sostener sus portales de noticias que le reportan tantos beneficios.
La cuestión está en que Google considera que no tiene que pagar nada por su actividad porque los editores ya se benefician suficientemente de ella, mientras que los editores consideran que Google debe compensarles porque ejerce más de tapón que de generador de tránsito: en la misma medida que Google absorbe tráfico de los medios, Google absorbe su publicidad.
Las medidas de presión han sido equivalentes en ambos lados del conflicto y en ambas orillas del océano: mientras los editores brasileños se han retirado de Google News como respuesta a la negativa de la compañía americana a pagar por sus contenidos, Google Francia ha amenazado con retirar los medios franceses de sus resultados.
Así, mientras en Europa cada vez son mayores las presiones para gravar el uso indirecto de contenidos por parte de Google, a quien la Unión Europea acusa de abuso de posición dominante, los grandes editores se ven obligados a actualizar sus modelos de negocio por la fuerza de los hechos. La fusión de Random House y de Penguin no es ajena a esta dinámica.
De fondo, el precedente belga: allí los editores ganaron un juicio contra Google. La respuesta del gigante americano fue dejar de referenciar sus portales. Google sólo volvió a referenciar los contenidos de los editores belgas cuando estos renunciaron a sus reivindicaciones. ¿Resultado? Victoria de Google por KO.
La industria de la creación y distribución de contenidos se encuentra hoy bajo un serio cuestionamiento por las nuevas prácticas que internet ha validado. Con este nuevo sistema de relaciones que es internet, el derecho que regulaba las relaciones comerciales tradicionales se tambalea y se redefine a través de los conflictos que van surgiendo.
Lo único que queda bien claro es que ya nada volverá a ser igual.
Joan Teran
Gestor de la Comunidad Online del Máster Online en Buscadores y del Máster Online en Documentación Digital